lunes, 25 de marzo de 2013

SOLO CRECE LA AUDIENCIA DE LO GRATIS

   Según el Estudio General de Medios, en el año 2012 solo crecieron las audiencias de la televisión, la radio, la publicidad exterior (vallas y cartelería) y la de internet. Descendieron los lectores de periódicos, los de revistas, suplementos de los diarios y los espectadores del cine.
  Salvado el hecho de que  empecemos a considerar que los costes de una linea ADSL y la de los teléfonos con internet nos permiten acceder gratuitamente a la lectura y a miles de servicios, se diría que los medios gratuitos son los que gozan del favor de los ciudadanos.
  Este año pasado hemos roto la barrera de las cuatro horas de media que un español está frente a la televisión. Por cierto las mujeres 25 minutos más que los hombres...
  Resulta también curioso que hayan crecido hasta el 90% los que ven televisión y el 62% los que escuchan la radio, el mismo número de personas que declaran conectarse a internet.
  Así las cosas, la decreciente tarta de publicidad se ha inclinado a favor de estos medios. Internet, con un 19% del pastel ya supera a la publicidad de los diarios en dos puntos y entre las radios y las vallas publicitarias también (18%). La televisión es caso aparte y se sigue llevando el 40% de los ingresos de los anunciantes.
  Los lectores de diarios descendieron un 4%, pero sus compradores lo hicieron en más de un 10%. Solo uno de cada cuatro leen un periódico los siete días de las semana y hay una tremenda desigualdad entre comunidades: La mitad de los habitantes de Asturias, Navarra y la Rioja leen diarios, mientras que en Andalucía y Castilla la Mancha apenas lo hacen uno de cada cuatro. En eso las audiencias de la televisión y la radio son más homogeneas.
  La audiencia de los medios gratuitos crece y, sin duda, debe ser un efecto de la crisis económica y el paro generalizado. Hay que reflexionar si esa tendencia nos lleva a concluir que a medio plazo los medios por los que nos informamos, (por los que nos informamos gratuitamente) acabarán por sustituir a los que requieren un pago por ellos. Y sobre todo si recibiremos una información plural y objetiva o, por el contrario, los echaremos a faltar un día. Es, en parte, una decisión nuestra.





  

miércoles, 20 de marzo de 2013

¿PERIODISMO O NEGOCIO?

Las palabras "modelo de negocio", son las más utilizadas en los últimos años entre las empresas periodísticas: ¿Cual es el modelo de negocio para la página web de mi diario? ¿Cual es el modelo de negocio que tendrá en un futuro la maltrecha prensa escrita? ¿Cual es el modelo de negocio para la información que rueda por los tablets y smartphones? ¿Cual debe ser el modelo de  negocio de la televisión pública?...
El modelo de negocio se referencia casi exclusivamente a resolver la cuestión de dónde se consiguen los ingresos.
Cuando la doble financiación de la prensa escrita, la de los anunciantes y la de los lectores, va menguando progresivamente y la publicidad on line crece, pero aprende a discriminar a quién le otorga las mejores tarifas, quizá el modelo de negocio no debe empezar primero por los ingresos.
La semana pasada asistí al Congreso de Periodismo Digital de Huesca. Dos cosas me llamaron la atención: No ver a ninguna de las grandes empresas periodísticas exponer su modelo de negocio digital, y que los nuevos y humildes proyectos empiezan por construir sólidamente una variada oferta basada en información de calidad y de interés para sus lectores, sin pensar a priori en el modelo de negocio.
¿Están más locos los diarios que quieren empezar a cobrar por contenidos que antes habían ofrecido gratuitamente o , por el contrario, son los infolibre, eldiario.es, Agoranews, La Marea, Materia..Cuarto Poder...los que van sin rumbo conocido?
La mayoría de proyectos que allí se presentaron tienen un modelo de negocio bien definido: primero periodismo, segundo creatividad e imaginación para diferenciarse, tercero no estirar el brazo más que la manga y en última instancia ya vendrán los ingresos. A eso, antes, en el mundo de la prensa se le llamaba invertir.
Solo si se invierte en buen periodismo se puede tener a futuro el apoyo de los lectores y los anunciantes. Ya seas The New York Times o eldiario.es, por cruzar el Atlántico entre peces de distinto tamaño. En cualquiera de los casos sin periodismo no hay modelo de negocio.







lunes, 11 de marzo de 2013

QUIÉREME: SOY PERIODISTA

En la última encuesta del CIS la profesión de periodista sale mal parada por la ciudadanía. Está tan mal valorada como la de los jueces. Curioso: en el momento en que periodistas y jueces parecen ser los únicos que "levantan" los soterrados temas de la corrupción y que pueden ejercer de contrapoder frente a un ejecutivo de mayoría absoluta, que legisla con dureza los recortes y sin acuerdos parlamentarios, son los menos queridos.
¿Cúales pueden ser las causas?
De entrada se sabe que ni la Justicia ni los medios de comunicación pasan por el mejor momento. La primera por  poca imparcialidad, lentitud, burocracia y, ahora por costosa, parece engullir a los jueces que hacen su trabajo con honestidad y objetividad; y los medios de comunicación, que están sufriendo una crisis económica sin igual  que pone en riesgo su independencia de los poderes políticos y financieros— estos últimos se están acomodando en sus  accionariados y consejos de administración—están prescindiendo de sus periodistas y/o les están regateando los medios para hacer periodismo de investigación.
Así pues, la primera causa de desapego ciudadano con el periodista  pudiera estar en el  medio de comunicación  para el que trabaja. Pero no vale refugiarse en terceros para sortear la autocrítica que debería hacer la profesión y tampoco es excusa que algunos encuestados puedan considerar por igual el  periodismo amarillo-rosa de SÁLVAME que el comprometido de SALVADOS, o el  de los tertulianos que han de dar juego mediático con el  de los que levantan noticias contrastando las fuentes y sorteando mil dificultades.
El periodista lleva años sufriendo la incredulidad del ciudadano, porque se le considera que ha remado a favor de la corriente, conviviendo y conviniendo con los políticos y los financieros; haciéndoles la rosca a los poderosos y ocultando la voz de los débiles. Por eso el movimiento del 15M  fue un toque de atención también para los periodistas y los metió en el mismo saco que a muchas instituciones democráticas o a la banca. El "no nos representan" tenía algo que ver también con el no nos cuentan la verdad.
Es injusto pensar que los periodistas han de ser los salvadores de la democracia. No son los que tenían que alertarnos  de la que se nos venía encima, pero sí tenían la obligación de contarlo sin ambages ni componendas.
En esto de las encuestas pagan justos por pecadores, buenos periodistas por falsos predicadores, cronistas sobrecogedores e interesados, por honestos y comprometidos con la verdad o las verdades. Todos hacen media.
Lejos anda el ciudadano, según el CIS, de considerar a los periodistas como "buenas personas", cualidad necesaria, como decía Ryszard Kapuscinski, para intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades y sus tragedias.
Hay que hacer una reflexión, porque el periodismo es más necesario que nunca, lo mismo que la justicia.







miércoles, 6 de marzo de 2013

EL ÚLTIMO QUE APAGUE LA LUZ

Acabo de leer  el libro  del periodista Lluis Bassets, "El último que apague la luz". Lo  recomiendo a todos, más allá de  los que se dedican al periodismo y  a la gestión de los medios de comunicación.
Bassets, periodista de El País, de brillante y honesta trayectoria, sostiene que los periódicos tienen una caducidad próxima: quizás dentro de diez o doce años ya no podamos leer un diario en papel. Eso piensa este periodista, que hace un repaso crítico sobre la profesión  de periodista, el papel que debe jugar en la sociedad y el incierto futuro que se cierne sobre el oficio.
"¿Acabará el periodismo con el último diario que se imprima en las rotativas?"
Es cierto que los diarios han sido durante décadas los que han marcado la impronta de la información, han sido el referente en  la investigación de la noticia y han tenido una influencia y  capacidad de prescripción relevante sobre los ciudadanos  y el poder.
Ahora, la tecnología aplicada a la información y a las redes sociales, la competencia del audiovisual en el terreno de la opinión y del reportaje, los cambios sociales y la crisis en las que estamos inmersos, han colocado a los periódicos en una situación muy difícil para su subsistencia.
La doble fórmula de financiación de la prensa (la publicidad y las ventas de ejemplares) está menguando a pasos agigantados y no tiene visos de retornar a los años dorados que comportaron grandes beneficios para las empresas editoras.
En ello hay una gran parte de culpa en la gestión de algunos grupos mediáticos. La aventura emprendida hacia un  crecimiento  desmesurado y desordenado por abarcar un espacio multimedia ha sido insostenible, y el endeudamiento en que esta política ha sumido a las empresas no solo está avanzando el final de algunos diarios, sino que (y es lo peor) está condicionando su linea editorial al quedar en manos de unos acreedores y accionistas que nada tienen que ver con los antiguos editores.
Los editores están poniendo su negocio en manos de los fondos de inversión y de los bancos, y los periodistas tienen más dificultades para ejercer su profesión con libertad y con los medios necesarios. Solo algunos grupos familiares e independientes, en el ámbito de la prensa regional, pueden tener opciones de sobrevivir en las próximas dos décadas. Todo lo demás huele a muerto. Nunca lo había visto tan claro. El papel no lo resiste todo, es más, resistirá más bien poco si se sigue adoptando la política de los consejos de administración de los financieros (los nuevos dueños de la prensa), y los editores y periodistas se baten en retirada forzosa por las deudas y por los despidos.
Sin periodistas no ha y periódicos, como sin preguntas en las ruedas de prensa no hay periodismo, pero sin editores no hay ni una cosa ni otra.
Hay algo del libro de Bassets que da que pensar: Las empresas editoras van en una dirección y el periodismo en otra. La marca, que tan relevante se hace para los gestores de los medios, no estará en las cabeceras de los diarios, sino en cada uno de los periodistas que sean capaces de desarrollar su profesión con honestidad y rigor. Los medios, como decía Graham Greene, pueden acabar con el periodismo, pero siempre habrá un periodista que a través de cualquier medio y desde cualquier lugar nos cuente una historia creíble y contrastada.
Si no es así !Apaga y vámonos!   Parafraseando a  Bassets no me gustaría ser el último en apagar la luz de la sala de redacción del último diario impreso.