En 1968, durante los Juegos Olímpicos de México, el saltador de altura estadounidense, Dick Fosbury colocó el listón en 2,24 metros y batió el record del año, ganando la medalla de oro. Lo hizo con un nuevo estilo que consistía, en esencia, en correr hacia él de forma transversal y saltarlo de espaldas. Los setenta mil espectadores del estadio olímpico y los millones de personas que lo vieron a través de la televisión quedaron impresionados. También los comisarios de la prueba estaban atónitos. Desde entonces todos los atletas saltan con el llamado estilo “Fosbury Flop”, que resulta ser el más adecuado desde el punto de vista biomecánico.
Pensando en esa efeméride, me gustaría
reflexionar sobre dónde nos están poniendo el listón y
cómo lo sorteamos sin derribarlo.
Tengo la sensación de que en nuestro país parece bastar con que éste lo situemos a la altura de aquellos
políticos que no sean corruptos y sinvergüenzas, independientemente de su
programa y hasta de su preparación.
En el socioeconómico basta alzar el listón hasta el
límite del trabajo con un salario a cualquier precio, aunque éste sea precario
e indigno y no permita la subsistencia.
En el de los derechos a la sanidad educación,
vivienda, dependencia, etc., nos basta con ponerlo al nivel de un campeonato de
saltos regional de alevines, no vaya a ser que en los tres intentos, de que disponemos,
derribemos el listón del sistema que nos imponen los comisarios y la troica
olímpica.
Hemos de estar a la altura de las circunstancias
si no queremos resultar eliminados.
Con este panorama bastaría con que los medios
de comunicación solo nos ocultaran algunas noticias y resultaría innecesario que
nos las contaran falseadas para estar a una altura que podamos superar.
Pero algunos medios prefieren hacernos creer
que estamos progresando salto a salto, subiendo poco a poco el listón. Son
aquellos que se alinean con los comisarios-jueces de la troica olímpica utilizando las técnicas atléticas de salto de altura del
pasado: “la de la tijera” o “la del
rodillo costal”.
El periodismo solo podría ganar el campeonato
olímpico si volviera a recuperar el
método Fosbury y los periodistas iniciaran la carrera hacia el obstáculo
confiados en que pueden sortear la altura a la que ponen el listón los que nos
gobiernan. Al fin y al cabo no está muy alto y se superaría con facilidad, sobre
todo si quisieran saltar de espaldas a él.