Últimamente
leo muchos artículos de periodistas que
intentan explicar lo mal que está el periodismo. Algunos, para teorizar sobre
los culpables de este mal, mezclan la
situación de crisis de algunos medios de comunicación y de sus empresas
editoras con la mala praxis de los periodistas, otros cargan sobre la falta de
independencia que unos y otros tienen de los poderes facticos que atenazan a la
información, a saber: los anunciantes y el poder político.
Pocos se atreven a decir, alguno lo hace, que
es la gente la que no sabe valorar los contenidos informativos de calidad y
estamos cayendo en una sociedad desinformada o informada parcialmente por
canales sucedáneos de los medios de comunicación que se encuentran en las redes
sociales. A lo mejor los medios y sus periodistas hace tiempo que ya no tienen
el monopolio de la información, ni siquiera el de la mejor información. Eso
sería un grave problema. Es como si los médicos ya no fuesen los mejores
prescriptores de los tratamientos para una enfermedad y nos pusiéramos en manos de charlatanes y curanderos.
Algún
periodista como es el caso de Manuel Rico (director de Infolibre) se inmola y
reparte la culpa entre todos los colectivos, incluidos los lectores, eso sí, de
izquierdas: “¿Cómo
hemos llegado hasta aquí?— se pregunta analizando el
panorama mediático español— Pues
muy sencillo: somos responsables los editores, directivos de medios y lectores
que afirmamos ser de izquierdas, que denunciamos la situación mediática, que
nos llenamos la boca con la importancia de la libertad de prensa y que no hemos
sabido o querido crear, defender o apoyar medios que reflejen esa visión del
mundo (pudiendo hacerlo, claro).”
Otros como Miguel Mora de CTXT , nos salvan a los
lectores y arremeten contra el establishment de los acomodaticios y endeudados
medios y de los nuevos periodistas que han sustituido a los que han sido
purgados por incómodos: “Endeudados hasta las cejas y cada vez más
alejados de la realidad, muchos de estos medios han otorgado el timón a los
periodistas más mediocres y cobardes de sus plantillas, después de
desembarazarse de los más incómodos aplicando una reforma laboral bananera. Y
hoy aparentan mantener un poder que ya no tienen buscando pinchazos como sea,
manipulando noticias y encuestas, emitiendo vídeos de gatitos y masacres,
dictando titulares a los reporteros, intoxicando y asustando a las viejas con
editoriales indignos de ese género, ocultando en sus portadas informaciones
relevantes cuando son incómodas para sus dueños, excluyendo del debate a las
firmas más críticas con el sistema, y/o dando voz a prosistas de sonajero y
cascabel carentes de conciencia ética y social.”
Un gran periodista, Gumersindo
Lafuente, aseveraba en su Manifiesto estival sobre el periodismo acomodado que
los males no estaban en los soportes sino en el compromiso con la información
veraz y libre: “Y ojalá
que el oficio periodístico—dice el impulsor de la Fundación PorCausa—se dé cuenta de que su salvación no está en
los debates estériles sobre el soporte, las redes o la viralidad. Si no hay
rigor, originalidad y compromiso, poco interesante queda por salvar de algo tan
bello como el periodismo.”
Lo fácil sería concluir que todos
tienen razón en los males que asolan a nuestro periodismo y a lo mejor esa
es la conclusión a la que llegan ustedes
leyéndolos. Estaríamos entonces ante un fallo multiorgánico que los médicos describen
como lo más grave a lo que se enfrentan cuando un paciente ingresa en la UCI
hospitalaria.
Posiblemente en la UCI informativa
habría que suministrar un tratamiento de independencia al medio y al periodista
para evitar que los poderes facticos siguieran dañando el corazón del periodismo,
también sería necesario oxigenar los
pulmones para que entrara aire fresco y eliminara los residuos de contaminación
informativa interesada. A lo mejor esto bastaría para salvarse, para
sobrevivir, pero no para llevar una vida con normalidad.
Para volver a lo que quizá un día fue
el periodismo para la sociedad, para interesar a sus ciudadanos y recuperar la
credibilidad en los medios y en los periodistas
tiene que darse otra condición: el periodismo debe ser capaz de sacudir
las conciencias de los ciudadanos. “Si las cosas siguen por este camino—según Monica Bauerlein / Clara Jeffery
(Mother Jones)— desaparecerán las noticias que revelen algo
sustancial acerca de la manera en que funciona el poder. Hace falta tiempo
(mucho más del que se puede justificar económicamente) y estabilidad, hacen
falta reporteros y editores seguros de que sus trabajos no desaparecerán si no
hay grandes beneficios, o si los poderosos se ofenden. A este tipo de
periodismo le mueve un deseo de sacudir las conciencias, no de ser rentable
únicamente.” Este puede ser el
antídoto definitivo contra los males del periodismo, pero no está al alcance de
todos.