jueves, 26 de octubre de 2017

EL NEGOCIADOR,cuento

EL NEGOCIADOR, breve cuento de José Sanclemente.           

A Benigno Fuencisla le sonó el móvil sobre la mesa de la cocina en el mismo instante en que el pan de dos días dio un brinco de la tostadora. Dudó entre abrasarse los dedos con la tostada ennegrecida o atender la llamada.  Quiso hacer las dos cosas al mismo tiempo y se quemó. Arrojó raudo el pan en el plato pero no atinó  y cayó en el pringoso suelo, que llevaba sin fregar desde que su mujer le había plantado hacía dos semanas. Enfurruñado respondió a la llamada, era el comisario Lorente de Vía Layetana.
—Benigno tenemos un código 207 con un individuo armado con un subfusil  que retiene a veinte personas en la sucursal de La Caixa de Vía Layetana 42, aquí al lado de la comisaría.
 —Voy para allá.
  Benigno Fuencisla tenía más de una docena de secuestros a sus espaldas en los que había mediado con éxito relativo, pues el 80% de los rehenes habían salido ilesos y el 100% de los secuestradores habían acabado en la trena. Daños colaterales, le llamaba al 20% de los secuestrados que no habían podido contarlo.
  Untó  la tostada con  ajo. “El ajo es como la penicilina, todo lo cura”, le decía su difunta madre de pequeño. Así que no iba a dejarle de hincar el diente a su desayuno solo porque estuviera infestado con los gérmenes de las baldosas mugrientas. Alivió la sed con una cerveza desbravada que estaba abierta en la nevera y eructó la penicilina aliácea .
  No se afeitó, no le daba tiempo. Sabía que los primeros minutos eran determinantes antes de que la cagaran los polis haciéndose los héroes o al atracador le cogiera el baile de San Vito y apretara el gatillo.
  Llegó en la Vespa en menos de diez minutos.
  Se quitó el casco, sacó su carné de negociador y se abrió paso entre la policía que había rodeado la sucursal de La Caixa, incluso por donde no había salida alguna. En primera línea, apostado tras un furgón policial, vio al comisario Lorente.
   —¿Qué tenemos?—preguntó.
   —Un tipo puntual. En cuanto abrieron la oficina de La Caixa entró y encañonó a la gente. Tenemos una línea abierta con el teléfono del director de la sucursal.
   —¿No hay demasiados polis aquí? —dijo Benigno que contó no menos de cien uniformados.
   —No sé, se han unido unos cuantos de los que viven en el puerto desde lo del Referéndum y he parado a cuatro furgones que están esperando a tres manzanas de aquí . Se ve que se aburren y quieren ayudar.
   Las calles estaban cortadas al tráfico y los leds azules ululaban sobre el techo de las lecheras , con un ruido ensordecedor. Benigno Fuencisla se lo hizo notar al comisario Lorente.
   — No cree que el secuestrador ya sabe que estamos aquí y somos muuuchosss, ¿podría dar órdenes de que apagaran las sirenas?, por favor. Si me he de comunicar con el sospechoso tengo que hacerlo en silencio.
   Lorente transmitió la orden por radio y en segundos se hizo un silencio ensordecedor, aunque al instante dos helicópteros que sobrevolaban la zona petardearon como truenos en el cielo. Fuencisla se desesperaba por momentos. Lorente que vio como se le agriaba el gesto al negociador— no sabía que era también como consecuencia del ajo de la tostada que le repetía sin cesar—, ordenó que se alejaran las aeronaves.
   —¿Así está bien?—preguntó con retintín el comisario.
   Fuencisla no contestó. Alargó la mano para que Lorente le diera el teléfono con el que se podía comunicar con el interior de la oficina bancaria.
   —¿Sabe cuanta pasta cuesta la hora de esos helicópteros y la de todos estos polis con sus coches patrulla? Es un despropósito. Así va el país…en fin deme el número para marcar.
    El comisario se llenó de paciencia y le facilitó el teléfono.
 —Fuencisla tiene dos horas como máximo, si no saca a la gente de ahí y se entrega el atracador entramos a por él. No podemos dejar la calle cerrada todo el día. La gente está hasta el moño de calles cortadas por las manifestaciones de los Independentistas, los españolistas y los que quieren dialogar. Solo faltaba esto y al lado de la puta comisaría. Es que tiene unos huevos el perla ese…
   —Déjeme a mí.
   —Todo suyo—marcó el número y en cuestión de  segundos oyó una voz masculina al otro lado de la línea.
    —Soy Benigno Fuencisla, el negociador, ¿con quién hablo?
    —Llámeme Puigdemont de momento, soy el atracador y tengo a veintidós personas apuntándolas con una ametralladora.
    —Pues me habían dicho que eran veinte y que tenía un subfusil—miró al comisario arrugando el morro, que escuchaba la conversación con un pinganillo unido al teléfono  mientras un sargento de comunicaciones la grababa—, ya sabe que la policía va a bulto a veces, no se caracterizan por ser refinados ni meticulosos. Solo hay que ver la de hostias que han dado a la gente por lo del Referéndum.
   La primera andanada de la conversación de Fuencisla era siempre para establecer una corriente de simpatía con el delincuente, poniéndose en contra de la autoridad, eso le daba muy buenos resultados siempre o casi siempre, porque esta vez Puigdemont le corrigió:
   —Oiga que yo soy español a tope y soy fan de la policía nacional y de la guardia civil. O sea que no me toque los cojones, empezamos mal para negociar listillo.
   —Bueno…no me ha interpretado bien—corrigió el tiro Fuencisla—yo, señor Puigdemont, soy también policía de la brigada de inteligencia, lo que quería decir es que hicieron un buen trabajo para desactivar el puto referéndum ilegal, no como los mossos…—A Fuencisla se le hacía difícil llamarle Puigdemont  y defender al mismo tiempo a los antidisturbios que habían venido de diferentes lugares de España a impedir el referéndum. Sabía que la mayoría de los secuestradores actuaban con nombres falsos de gente a la que solían odiar, como si creyeran que de esa manera le cargaban a sus enemigos el muerto de sus fechorías.
   —Ah pues perdone, seguramente no le he entendido, son los nervios que a uno no le dejan pensar. Mire puede llamarme por mi verdadero nombre, soy Morales y he venido desde Móstoles.
    Fuencisla le indicó con un gesto al comisario que comprobara la filiación del secuestrador en la base de datos policial.
   —¿Ha venido desde Móstoles para atracar un banco en Barcelona con sede en Valencia?
   —No exactamente. Llegué con el autocar que fletaron unos amigos de la Falange para la manifestación esa de la sociedad civil catalana y me quedé, pero no soy falangista…no vaya a pensar, yo soy español por los cuatro costados, pero no soy un facha.
   —Pero está atracando un banco y ha tomado rehenes, eso tenemos que discutirlo para que nadie sufra daño y usted pueda volver tranquilamente a Móstoles.
   —Oiga Fuentecilla…
   —Fuencisla.
    —Pues Fuencisla, soy español pero no soy tonto. Sé que si me cogen me cuelgan un marrón de aúpa aunque libere a los rehenes recién duchados y les regale un traje de Armani para compensar el estrés que están sufriendo, porque sabe: aquí se están poniendo de los nervios. Sobretodo los que son independentistas, les veo ahora mismo una cara de cagaos que no se puede hacer a la idea.
   —Perdone Morales y ¿Cómo sabe quienes son los rehenes que están a favor de la independencia?
   —Fuencisla que no soy tonto, ya se lo  he dicho; un español lo sabe y punto…además entre ellos hablan castellano para despistarme, pero a mi no me la dan. Estos llevan la estelada bordada en sus calzoncillos y las bragas cagadas…
  —¿Los ha desnudado?—Fuencisla estaba desorientado.
  —Por supuesto. Están todos en pelota picada, que es como la gente no puede disimular sus vergüenzas.
   Lorente ya tenía la filiación de todos los Morales de Móstoles, pero eran nada menos que seis mil.  Benigno tenía que sacarle más información. Era imprescindible saber a qué tipo de secuestrador se enfrentaba.
    —Bueno Morales, qué le parece si deja salir a unos cuantos rehenes y me dice qué puedo hacer por usted a cambio…Así podrá volver a su trabajo y con su familia.
   —Joder Fontillas, que no me lo trago. Que si salgo me llevan a prisión y además estoy en el paro, o sea que  no me esperan en ningún curro.    
   —Me llamo Benigno Fuencisla, si quiere puede llamarme Benigno—cubrió  el auricular con la mano  para que Morales no oyera como le  decía al comisario que buscara en el registro de las oficinas del INEM de Móstoles a todos los Morales desempleados— Le digo lo que haremos, usted libera a los españoles y se queda con los independentistas para que podamos seguir negociando.
   —¿Y qué negociamos?¿Van a retirar la ley del referéndum, van a prometer que no declararán unilateralmente la independencia? ¿Lo puede conseguir Benigno? ¿Eh? Tiene cojones de ofrecerme ese pacto por escrito firmado por el Puigdemont de verdad? Quiero que el President lo  diga en la televisión española.
   —Hombre eso lleva un tiempo, pero puedo ver qué puedo hacer…
   —Anda, no me jodas Fuencisla—pasó a tutearle—, eso no lo consigues ni emborrachando a toda la CUP , ¿o sí? Creo que me estás tomando el pelo y me voy a cargar a un par de tías indepes que tengo a mi lado con el flequillo que parece cortado con un hacha.
     Se oyó gimotear a las mujeres al otro lado del teléfono.
  —Tranquilo, tranquilo, de verdad que no quiero engañarte, para nada, pero me has de pedir cosas posibles y para empezar a conseguírtelas necesito que salgan de la oficina sanos y salvos los rehenes, ¿podemos hablar de ello sin exaltarnos?
    Lorente redujo la lista a la mitad, eran tres mil los Morales desempleados en Móstoles. Benigno Fuencisla se cagó en todo: ¡Puto desempleo!, ¡Joder!, pero si Móstoles debe tener poco más de 100.000 habitantes y el tres por ciento son Morales y están en el paro…Había que afinar más. Pensaba con rapidez y eructaba ajo a cada minuto. El comisario se tuvo que separar de él para no recibir las agrias y fétidas bocanadas.
   —¿Estás ahí Fuentecilla? Voy a pegarles un tiro si Puigdemont no aparece en la tele y retira  sus leyes ilegales y renuncia a la independencia.
   —Estamos en ello, de hecho el President se está interesando por lo que sucede en la sucursal…
    —¿Este? Le importa un comino que La Caixa se haya ido de Cataluña y ¿Ahora se va a preocupar por lo que sucede en una puta oficina?
    —Aunque La Caixa se haya ido  a Valencia a Puigdemont le afecta todo lo que suceda en su territorio. No puede haber violencia como consecuencia del procés , eso lo han respetado hasta ahora y no se puede permitir que se atraque un banco y se secuestre a ciudadanos por conseguir la independencia. El  President piensa que la independencia no vale la pena si hay vidas en juego.
   —¿Y tú cómo sabes lo que piensa? Le importa una mierda que España se rompa, que me cargue a los de la CUP o aún menos que mueran españoles, eso si que ni le va ni le viene…
   —Mientras arreglamos lo de su comparecencia en la tele, podríamos negociar otras cosas… por ejemplo un trabajo para ti, eso es fácil… ¿Qué te gustaría hacer? ¿Qué edad tienes y qué profesión tenías antes de estar en el paro?
    —Joder Fuencisla, eres todo un conseguidor. Mientras me gestionas la unidad de España, me das un curro. Tío tengo ganas de estrecharte entre mis brazos.  Era carpintero metálico, especialista en puertas y ventanas y me fui a tomar por culo con la crisis. Tengo 52 años y ya nadie quiere emplearme…
    El comisario ordenó acotar el número de Morales de Móstoles carpinteros de 52 años.
   —Pues eso está hecho, seguro que puedes empezar en una semana a trabajar…y ahora ¿por qué no sueltas a algún rehén?
   —¿Españoles o Independentistas?
   —Me da igual Morales, me da igual.
   —Pero ¿Españoles que crean que esto se arregla cambiando nuestra constitución y votando, o aquellos que quieren que las cosas sigan como estaban?
    —Porque no dejas  salir un poco de todo, sugiero.
    —¿También a los que están en contra del 155 o solo los que están a favor?
     Benigno Fuencisla tenía ardor de estómago, seguro que el ajo era tan curativo como la penicilina como decía su madre, pero le estaba sentando como una puñalada en las entrañas y Morales le estaba sacando de quicio.
    —Haremos una cosa, quédate con uno de cada y libera al resto.
    —¿Y qué hago con los equidistantes?¿También me quedo con uno de estos?
    —No, yo creo que los equidistantes no hacen daño, están ahí sin molestar y son silenciosos…¿No te parece? Yo les dejaría salir—dijo Fuencisla.
    —Pues ahora que los miro, no hay ninguno que me parezca equidistante. En las últimas semanas todos han tomado posiciones y se van alineando en un polo u otro …!Joder!, ¿qué hemos hecho mal Fuencisla?
   —Yo creo que lo hemos hecho bien. Estamos aplicando el Estado de Derecho con toda la contundencia. Acabaremos ganando.
   —¿Tú crees, o lo dices para tranquilizarme?
  —Estoy convencido del todo.
   —Está bien Benigno, voy a liberar a diecinueve y me quedo con un independentista, un español de raza y un español que quiere que se cambie la constitución para poder votar en el futuro. Libero a todos los demás, incluido uno que no ha dicho ni pío, que puede que sea  un equidistante.
    —Me parece una buena decisión—Benigno respiró hondo y pareció que se le aliviaba el ardor de estómago.
   El comisario le dio una lista con dos Morales de Móstoles que estaban en las listas del INEM, buscaban trabajo de carpintero y tenían 52 años. El cerco se había estrechado y aparecía la aguja en el pajar, bueno dos agujas. En segundos tendría las fotografías de ambos mostoleños.
   Benigno Fuencisla estaba consiguiendo que el secuestrador liberara nada menos que a diecinueve rehenes y en breve tendría las fotos de dos caras que le darían más información sobre quién tenía al otro lado del teléfono.
   —Salen en fila india—dijo Morales—, les he pedido que se vistan y lo hagan por orden, primero los españoles unionistas, segundo los que quieren cambio en la constitución y por último los independentistas. Ah no, el último será el mudo equidistante.
   Fueron desfilando con las manos en la cabeza y la policía los recolocaba en furgones y los identificaba con su dni y luego les preguntaban qué les parecía el procés y en qué bando estaban. Benigno comprobó que Morales había acertado con la filiación política de todos.
    El comisario Lorente le hizo una señal de aprobación con el pulgar a Benigno y esbozó una sonrisa, estaba a punto de culminar con éxito la negociación.
   —Estupendo Morales, has cumplido tu palabra y yo cumpliré la mía.
   —Soy español y si algo tengo es palabra, ahora solo falta que salga Puigdemont y diga públicamente que retira la independencia unilateral y que Cataluña seguirá en España o cumpliré mi otra palabra y me cargo a los tres rehenes que tengo conmigo.
   —No va a haber violencia, no va a haber heridos ni nada de lo que tengas que arrepentirte, Mariano, ¿Porque te llamas Mariano verdad?— de los retratos de los dos mostoleros que imprimió la policía, el buen hacer y la experiencia del negociador Fuencisla le había hecho decantarse por el de un hombre curtido con el pelo rizado y mentón prominente, frente al otro enjuto y barbado que se llamaba Luis. Además Mariano le pareció un nombre más español. Los rehenes liberados no pudieron identificarlo porque dijeron que llevaba la cara cubierta con un pasamontañas.
   —Eres bueno Fuencisla, seguro  que debiste sacar el número uno de la promoción de negociadores. Qué ganas tengo de tomarme una cerveza contigo, pero me vas a meter en la cárcel, ¿no es verdad? En cuanto salga me ponéis las esposas y al calabozo que lo tenéis aquí al lado… Os he facilitado el asunto. No tenéis ni que llevarme en coche, de la oficina al calabozo de la comisaría y de ahí al juez que me enchironará por una docena de años, si nadie sale herido…¿Tengo razón?
  —No, Mariano, no. Escucha si salen los rehenes sin un rasguño, esto lo arreglamos con el juez. Tenemos mano y si no está el indulto del Consejo de Ministros, eres un patriota al fin y al cabo.
   —Ya sé que el gobierno tiene mano con el Estado de Derecho, porque lo de encarcelar a los Jordis de Omnium y de la Asamblea es una buena jugada, ¿pero me tengo que fiar? ¿Va a salir Puigdemont por la tele?
   —Va a salir pero eso demorará…
   —Demorará toda la vida, ¿no es cierto Benigno?
   —Creo que voy a disparar al español unionista. Me sabe mal, pero somos muchos, ¿te parece bien o prefieres que liquide al indepe? No nos vamos a andar con medias tintas. Lo que tú decidas yo lo hago, pero tengo que ejecutar a alguien para que Puigdemont y todos vosotros me toméis en serio.
   —Mariano, por favor te lo pido, no lo estropees que vamos bien. Esto se puede acabar ya y nos olvidamos del tema.
   —Soy Mariano Morales de Móstoles, un español íntegro que quiere defender la unidad de su patria a costa de su sacrificio. Benigno, ¿a quién me cargo?
   —No lo hagas, eres de los nuestros—suplicó el negociador.
   —Pues lo voy a hacer,  decide a quién ejecuto.
   —Por favor—imploró Fuencisla
   El comisario dio la orden para que los policías con chalecos antibalas se apostaran cerca de la puerta. Los tiradores buscaban a través de los cristales con sus teleobjetivos el lugar aproximado donde los rehenes dijeron que estaba el secuestrador. Eran momentos tensos que a Fuencisla se le hicieron eternos. Se hizo un largo silencio.
   —He cambiado de opinión—dijo Morales al fin.
   —Está bien es una decisión acertada—respiró profundamente Benigno.
   —Me cargo al indepe.
   —Joder, no es eso.
   —Pues al español pactista…
   —Que no, que no tiene que resultar nadie herido Mariano.
   —Fuentecilla, he decirte una cosa…
   —¿Qué, Mariano?—el negociador ya no le corrigió el apellido.
   —Que no soy Mariano, que te he dado pistas falsas y me imagino que has buscado en la base de datos y te ha salido un Mariano Morales… , tampoco soy de Móstoles.
   Benigno Fuencisla volvió a eructar ajo pero ya no expulsó la bocanada agria, estaba desconcertado.
   —¿Quién coño eres?—gritó.
   —Eh, no te enfades que hasta ahora íbamos bien. Ya te he dicho que me podías llamar Puigdemont.
    —Vete a la mierda.
    —Estás saliéndote de tu papel Fuentecillas. No deberías disgustarme. Si quieres dejamos en suspenso el atraco durante un tiempo y negociamos de tú a tú. Eso es muy de Puigdemont.
   —Mira, como quiera que te llames. Yo ya te he ofrecido una salida pactada, pero si no liberas a los rehenes y te entregas, en media hora entrarán los GEO y te aseguro que no se andarán con hostias.
   —¿Me estás amenazando? Te lo perdono porque no estás pasando un buen momento con lo de tu mujer y eso…
   —¿Pero tú qué coño sabes?
   —Pues que tu mujer se piró con un abogado indepe harta de la vida aburrida que le dabas. Solo hace falta entrar en tu página de Facebook y seguirla a ella…, ¿sabes que todavía seguís siendo amigos?  Deberías actualizar tus redes sociales. ¿Sabes que ella no para de colgar fotos con el abogado en la cama, cubiertos con una colcha bordada con la estelada?, ¿no la has visto? ¿Te la envío por wasap si me das tu móvil.
    Fuencisla estaba fuera de control. Se había dejado acoquinar por el secuestrador, estaba perdiendo la negociación y los nervios.
    —O me dices quién eres o entramos en cinco minutos y te vamos a llenar de plomo hasta las orejas.
    El comisario miraba incrédulo a un  Fuencisla absolutamente fuera de sí y temió que aquello iba a salir fatal.
    —¡Uy qué miedo!, cálmate, parece que ahora he de hacer yo tu papel. Mira, no te diré mi verdadero nombre, pero has de saber que soy catalanista e independentista hasta la médula.
    —¿Y qué coño quieres entonces?
    —Lo que quiero ya lo tengo. Ya he comprobado que Puigdemont y su gobierno van a seguir adelante con el proceso hacia la independencia, ni siquiera le ha detenido un secuestro de catalanes. Ahora sé que hemos ganado.
    —¿Y para eso ha valido la pena jugarte tu libertad y tu vida? Porque ahora sí que entramos y te cosemos a balas o acabas el resto de tus días en la trena—dijo con contundencia Fuencisla.
   —Ves, ahora me cambias el discurso, como soy independentista ya no me ofreces un indulto o un pacto con los jueces. Sois una mierda los españoles y manipuláis el estado de derecho a vuestra conveniencia. Me reafirmas en mi convicción de que nos tenemos que ir de vuestra  España corrupta.
   —No me enredes. Se acabó la conversación. Si no te veo cuando entremos es porque estarás muerto.
   —¿Se acabo el dialogo?
   —Se acabó—concluyó Fuencisla.
   —Me hubiera gustado verte y tomarnos unas cervezas, pero no podrá ser…
    —¿Qué vas a hacer?
    —Ya he cumplido mi objetivo. Ahora me iré.
    —No puedes escapar, la oficina está rodeada por la policía.
    —Venga, no me hagas reír, si hemos sido capaces de hacer desaparecer y aparecer miles de urnas y millones de papeletas, ¿no voy a ser capaz de pirarme de aquí sin problemas? Adiós Benigno, ¡Visca Catalunya independent! Tendremos que suspender nuestra cerveza.
     Los Geo entraron en la oficina de La Caixa lanzando botes de humo. Sentados en el suelo encontraron a una mujer y dos hombres, los últimos rehenes del secuestrador independentista desconocido. Estaban en ropa interior, los identificaron como un españolista unionista, uno pactista y uno a favor de la independencia. El secuestrador no apareció por ningún rincón de la oficina. En el lugar donde había estado había una pistola de juguete de la guerra de las Galaxias y una bandera estelada gigante.
   Benigno Fuencisla eructó, de nuevo, ajo y su olor fétido se confundió con el sulfuroso de los botes de humo.
    
   
   
 
  
 
  
  
 
  

jueves, 12 de octubre de 2017

También entre los catalanes tenemos que hablar



 Varios de mis hermanos (somos seis) , mis cuñados y sus hijos se declaran independentistas, buena parte de mis amigos también. Algunos de mis colegas de profesión consideran que la independencia de Catalunya es plausible y que jamás estaremos tan cerca de conseguirla como en el día de  hoy, a pesar de que Puigdemont la haya aplazado.
No suelen emplear argumentos objetivables para su independentismo. Me refiero a que para ellos no es relevante lo material, lo económico o lo estrictamente racional. No digo que no valoren las incertidumbres de un futuro inmediato bajo una República catalana, las valoran, pero prefieren unos años de penurias si el objetivo final es que Catalunya sea un país independiente.
Lo identitario y emocional está por encima de cualquier debate sobre la autodeterminación catalana, por ello resulta difícil rebatir sus razonamientos si no tienes una especial sensibilidad nacionalista.
No vale para moderar su opinión que las empresas  catalanas se domicilien fuera de aquí, ni que se anulen reservas de hoteles como si estuviésemos en guerra, ni que la Unión Europea diga que Catalunya no entrará en su club, nada de eso amilana a mis amigos, familiares y colegas independentistas.
En los últimos días esto ha  sido más complejo, incluso los no nacionalistas hemos empatizado con algunas de sus tesis emocionales, gracias a la violencia inútil del gobierno español el día del Referendum, del mazazo que supuso el discurso del Rey e incluso de una parte de la manifestación españolista  en Barcelona que representó a algunos catalanes silenciosos, pero también a una España rancia que parecía haber desaparecido hace tiempo.
Algunos no nacionalistas— a los que suelen llamarnos equidistantes como mucho antes se llamó revisionistas a los militantes de izquierda que se olvidaron de la revolución proletaria y comulgaron con la transición española tras la muerte de Franco—estamos ahora más en contra de la actuación del gobierno y del consabido Estado de derecho que de la ilegalidad  de las leyes emanadas de la mayoría del Parlament catalán, y eso que la ilegalidad no tiene medias tintas.
Maldita equidistancia, parece que te has de comprometer por uno u otro bando y, si es así,  es humano hacerlo hacia el de la familia y de los amigos, que abandonan los grupos de WhatsApp porque se sienten incomprendidos o que convierten las comidas familiares en una disputa sinsentido.
¿Quién o quienes nos han llevado a esto?
Seguro que una parte de la respuesta a esta pregunta está en los políticos, también en algunos medios de comunicación de uno y otro lado, los del unionismo y los del separatismo pero,  más allá del hosco divorcio entre ellos,  en Catalunya tenemos la necesidad de reconstruir nuestros grupos de whatsapp  y  los tradicionales y tranquilos encuentros familiares. Seguramente para ello tengamos que relativizar y ponderar posturas entre los catalanes, pero también obviar a aquellos que nos representan y , sin embargo,  no nos tienen en cuenta y a los que nos informan pero no nos comprenden ni tienen interés en hacerlo.
Apelemos al diálogo entre los catalanes con todos los apellidos, los llamados equidistantes y los independentistas, los que lo están pasando mal porque en este proceso se sienten desamparados, los que dudan y los que tienen tan claro que no les importa que el presente de Catalunya sea incierto porque el futuro será mucho mejor.
Hay algo en lo que una buena parte de mis amigos, mi familia, mis colegas estamos de acuerdo y es que esto se tiene que arreglar votando en un referéndum legal y transparente, sin represión policial y con urnas transparentes.
Es necesario para restaurar nuestra convivencia, a pesar de todo. Ojalá nos dejen los políticos y los medios de comunicación sectarios.