De repente
vamos a velocidad de vértigo. Las horas son días y los días son años. Si
congelas la imagen de la toma de posesión del gobierno de Rajoy de hace dos
años y la comparas con la de hace un par de días del de Pedro Sánchez se han
caído la biblia, el crucifijo, los juramentos, la testosterona y muchas cosas
más, además de las corbatas. No era posible que el PP pensara en un gobierno
con astronautas que miraran más allá de la estratosfera, ni siquiera que miraran
hacia delante. Siempre hacia atrás, vírgenes y mantenimiento de policías
torturadores condecorados incluidos.
Se abre una
nueva etapa que mira hacia el futuro, aunque este sea incierto por su debilidad
aritmética parlamentaria. Eso es lo de menos. No pasa nada. El hecho de
comenzar a despegarse del pasado ya es importante. Además, el futuro por
definición es incierto. Pues ahí estamos. Empezamos una nueva vida política y soltamos el lastre de lo rancio y
vetusto. Lo harán bien, medio bien o
medio mal, pero no darán un paso atrás ni para darse un impulso electoral
buscando posibles réditos en el pasado.
De momento han
despistado a Ciudadanos y han descabalgado a Rajoy. Solo el haber manifestado Sánchez
que a dialogar con el presidente catalán con la Constitución en la mano ya es
todo un logro frente a una Inés Arrimadas que no quiere hacerlo por no pasar bajo
palio de una pancarta que cuelga de la fachada de la Generalitat reclamando la
libertad de los políticos catalanes encarcelados.
Es que se lo
ponen fácil a Pedro Sánchez aunque no le acompañen los votos parlamentarios. Si
apuesta por la igualdad, combate la corrupción, acaba con la ley mordaza,
retoca la reforma laboral, no interfiere en la televisión pública y la deja en
manos de profesionales independientes, dota de recursos a las políticas
sociales y encumbra en lo más alto a la ciencia, la educación y la
sostenibilidad medioambiental, ya notaremos un gran cambio.
Rajoy se ha ido y vendrá Feijoo a sustituirle.
Claro que hacer esta afirmación sin ser un sesudo analista político es
arriesgado, pero visto que a mi experto amigo
Antón Losada le ha fallado el capítulo final de su Código Mariano, me
atrevo a pronosticarlo.
Solo se puede intentar reflotar algo al PP si
al frente hay alguien que haya ganado una contienda electoral, como es el caso
de Nuñez Feijoó en Galicia. Sería absurdo luchar con más de lo mismo, sea el sorayismo o el cospedalismo. Pero me atrevo
a más: el PP será residual a medio plazo o incluso desaparecerá a largo, salvo
que fichen a un astronauta que mire por encima de la estratosfera, pero hoy por
hoy los conservadores son incapaces de mirar al cielo.
No hago apuestas porque perdí una con nuestro
periodista Gonzalo Cortizo, que me adelantó el día que Pedro Sánchez presentó la moción de
censura que sería el nuevo presidente del gobierno y yo no le creí, pero el
presidente gallego puede ser el recambio o el enterrador del PP, o ambas cosas
a la vez.
Se abre una
nueva etapa sin duda. No se sabe quien recogerá
el relevo electoral pero ya no será lo mismo. El tiempo ahora corre muy
rápido. Hay que ir mirando de vez en cuando al cielo. También para asaltarlo
como dijo Pablo Iglesias, ¿Por qué no? Ahora es más plausible.