miércoles, 6 de marzo de 2013

EL ÚLTIMO QUE APAGUE LA LUZ

Acabo de leer  el libro  del periodista Lluis Bassets, "El último que apague la luz". Lo  recomiendo a todos, más allá de  los que se dedican al periodismo y  a la gestión de los medios de comunicación.
Bassets, periodista de El País, de brillante y honesta trayectoria, sostiene que los periódicos tienen una caducidad próxima: quizás dentro de diez o doce años ya no podamos leer un diario en papel. Eso piensa este periodista, que hace un repaso crítico sobre la profesión  de periodista, el papel que debe jugar en la sociedad y el incierto futuro que se cierne sobre el oficio.
"¿Acabará el periodismo con el último diario que se imprima en las rotativas?"
Es cierto que los diarios han sido durante décadas los que han marcado la impronta de la información, han sido el referente en  la investigación de la noticia y han tenido una influencia y  capacidad de prescripción relevante sobre los ciudadanos  y el poder.
Ahora, la tecnología aplicada a la información y a las redes sociales, la competencia del audiovisual en el terreno de la opinión y del reportaje, los cambios sociales y la crisis en las que estamos inmersos, han colocado a los periódicos en una situación muy difícil para su subsistencia.
La doble fórmula de financiación de la prensa (la publicidad y las ventas de ejemplares) está menguando a pasos agigantados y no tiene visos de retornar a los años dorados que comportaron grandes beneficios para las empresas editoras.
En ello hay una gran parte de culpa en la gestión de algunos grupos mediáticos. La aventura emprendida hacia un  crecimiento  desmesurado y desordenado por abarcar un espacio multimedia ha sido insostenible, y el endeudamiento en que esta política ha sumido a las empresas no solo está avanzando el final de algunos diarios, sino que (y es lo peor) está condicionando su linea editorial al quedar en manos de unos acreedores y accionistas que nada tienen que ver con los antiguos editores.
Los editores están poniendo su negocio en manos de los fondos de inversión y de los bancos, y los periodistas tienen más dificultades para ejercer su profesión con libertad y con los medios necesarios. Solo algunos grupos familiares e independientes, en el ámbito de la prensa regional, pueden tener opciones de sobrevivir en las próximas dos décadas. Todo lo demás huele a muerto. Nunca lo había visto tan claro. El papel no lo resiste todo, es más, resistirá más bien poco si se sigue adoptando la política de los consejos de administración de los financieros (los nuevos dueños de la prensa), y los editores y periodistas se baten en retirada forzosa por las deudas y por los despidos.
Sin periodistas no ha y periódicos, como sin preguntas en las ruedas de prensa no hay periodismo, pero sin editores no hay ni una cosa ni otra.
Hay algo del libro de Bassets que da que pensar: Las empresas editoras van en una dirección y el periodismo en otra. La marca, que tan relevante se hace para los gestores de los medios, no estará en las cabeceras de los diarios, sino en cada uno de los periodistas que sean capaces de desarrollar su profesión con honestidad y rigor. Los medios, como decía Graham Greene, pueden acabar con el periodismo, pero siempre habrá un periodista que a través de cualquier medio y desde cualquier lugar nos cuente una historia creíble y contrastada.
Si no es así !Apaga y vámonos!   Parafraseando a  Bassets no me gustaría ser el último en apagar la luz de la sala de redacción del último diario impreso.





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