jueves, 9 de abril de 2020

NO ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO, ES LA VIDA.




¡Es la economía, estúpido! La frase que acuñó el jefe de campaña  de Bill Clinton le llevó en 1992 a la Casa Blanca frente a su opositor George Bush (padre), que alardeaba de patriotismo por los éxitos  de la política exterior por el fin de la guerra fría y  el conflicto del Golfo Pérsico. Aquello fue algo más que una frase; supuso el inicio de las políticas neoliberales modernas donde el Estado se quedaba en segunda fila del gasto público y le pegaba una patada hacia delante al sector privado para que hiciera y deshiciera a su antojo. Lo pagamos todos más tarde, en 2008, con la crisis financiera que habían provocado las entidades financieras y los fondos de inversión que se envenenaron con sus propios productos tóxicos. Sé que es un resumen muy simplista, pero en eso está la esencia de lo que nos pasa en esta crisis sanitaria.
Los gobiernos e instituciones de los países capitalistas están llegando tarde y con excesivo proteccionismo hacia los sectores financieros que sufrieron la crisis pasada.
  Trump ha tenido que ver como los muertos se amontonaban en frigoríficos en las calles de Nueva York para ser consciente de la pandemia a la que se enfrentaba y ordenar que la General Motors fabricase respiradores, además de soltar unos cuantos millones de dólares, que a lo mejor hubieran estado mejor empleados mucho antes para darles una buena sanidad pública a los norteamericanos, que se mueren en la calle porque no pueden pagar la cuenta millonaria de un hospital. Aquí, en Europa, nuestros gobernantes están más preocupados por la recuperación económica que por la de la salud de los ciudadanos y no son capaces de alcanzar un acuerdo para financiar conjuntamente (mutualizar la deuda le llaman) el coste de este virus para los europeos.
Está claro que en Europa hay países de primera y de segunda, no solo porque vayan a velocidades distintitas sino porque los que más tienen menos están dispuestos a ceder, no vaya a ser que se contaminen tan rápido como lo hace este coronavirus.
Algunos, los que son de segunda, tienen miedo a que vuelvan los “hombres de negro”  y que en el rescate perdamos nuestra identidad y hasta parte del territorio. No se quieren dar cuenta que lo que está en juego es la vida.
 En nuestro país costó llegar a la decisión de cerrar la actividad económica, la llamada no esencial. La ministra Calviño no lo veía claro hasta que entendió que la economía que defiende es secundaria frente a la salud.  Sin vida no hay economía.
Las medidas económicas que se han adoptado se han aplicado a cuentagotas para que las dosis fueran asumibles para los intereses económicos. Detrás de ellas habían unos científicos, a los que habíamos ninguneado con presupuestos de investigación escasos y que convencieron al gobierno de que o se paraba de golpe o se morían decenas de miles de ciudadanos. Ellos han sido los verdaderos artífices e impulsores de esas medidas, tomadas a costa de generar una recesión económica mayúscula.
Muchos tenemos familiares y amigos contagiados por el coronavirus, también los miembros del gobierno se han visto afectados. Los de este y los de todos los países , a lo mejor menos los de Holanda o Alemania, no lo sé, pero todos vemos cómo va a afectar esto a nuestro futuro más allá de la salud. Nada será lo mismo en nuestras vidas, pero dudo que, pasado el tiempo, los que rigen el destino económico del mundo aprendan la lección  y relativicen las primas de riesgo, primen el bienestar y la salud de los ciudadanos frente a la competencia de los mercados, acaben con los que no se solidarizan con los impuestos permitiendo que los eludan en paraísos fiscales y mantengan el estatus de  aquellos que siguen fabricando productos financieros tóxicos que acabarán , como el virus, contagiando a todos los ciudadanos.
Hay que dedicar todos los recursos, todos los esfuerzos a proteger a los ciudadanos: Los bancos, que fueron rescatados por todos nosotros, los fondos de inversión que se quedaron con las viviendas sociales de nuestro país, el dinero que atesoraron los corruptos que nos robaron, las empresas que están eximidas de pagar impuestos en nuestro país porque lo hacen desde Irlanda o los que simplemente defraudan a Hacienda o se instalan en paraísos fiscales, son los primeros que tienen que ponerse en la fila de los contribuyentes. Nosotros ya estamos en primera línea, lo venimos pagando con nuestros impuestos y ahora que el virus nos impide trabajar con normalidad a millones de autónomos, asalariados , pequeños y medianos empresarios, tenemos que reclamar con contundencia que los que nos gobiernan dejen de pensar primero en la economía. Ya remontaremos esta situación con nuestro esfuerzo y sería deseable que con la de todos los insolidarios.  Es nuestra salud la que está en juego. Es la vida estúpidos, también la vuestra ¿No lo veis?










miércoles, 1 de abril de 2020

¿ESTO LO PAGAMOS UNIDOS O ENTRE TODOS?


(Primera vez, creo, que no escribo sobre medios de comunicación)

Si en algún momento la máxima de la redistribución de la riqueza tiene sentido es ahora en el que tenemos que parar el virus que está matando a miles de personas en nuestro país. Las medidas de protección social y laboral decretadas por el gobierno, que tienen un impacto económico tremendo, las vamos a pagar entre todos, de nuestro bolsillo. Ya sé que suena obvio, pero es que cuando se reclama justamente la ayuda del gobierno a los más desprotegidos, a los centenares de miles que estarán en los ERTE, a los que perderán su trabajo o a los que no podrán pagar sus alquileres, quienes vamos a apechugar con esa factura somos los ciudadanos de a pié con nuestros impuestos. Y no lo haremos de forma igualitaria, como siempre. Los asalariados, los autónomos y los pequeños empresarios, que no tienen la capacidad de las grandes empresas transnacionales, los fondos de inversión o los  que eluden al fisco en paraísos fiscales, contribuirán en mayor medida a pagar las consecuencias de esta pandemia. 
Esto lo paramos unidos, sí, pero de forma desigual entre todos. Cuando Europa  es incapaz de reaccionar con rapidez de forma solidaria para atajar la crisis económica a la que nos arrastra la sanitaria es porque solo mira hacia los conceptos macroeconómicos, a no perder un paso en la carrera de la competencia y el crecimiento frente al resto del mundo. Lo mismo le pasa al BCE que tiene que mantener a raya la inflación para que el euro sea fuerte frente al dólar. Todo está montado sobre niveles financieros  que hace imposible que se atienda con urgencia el problema a pie de calle. Solo cuando los bancos arrastraban una crisis que les llevaba a la bancarrota tuvimos que dedicar los esfuerzos de todos los ciudadanos para salvarlos y todavía seguimos pagando esa deuda..
El Gobierno impone y administra nuestros impuestos, decide si los invierte en mejor sanidad, en defensa, ciencia o en cultura. Si no le reclama a los que más pueden contribuir y lo hace solo a los asalariados descompensa la balanza de la justicia social, pero si lo que recauda no lo dedica a lo prioritario, como vemos con los recortes que se hicieron en los últimos años en sanidad, estará defraudando a los ciudadanos.
Tenemos que dar gracias por tener un gobierno sensible a lo social, aunque esté limitado en su acción por los escasos recursos y por la falta de apoyo de Europa. Seguro que hará todos los esfuerzos, lo está haciendo ya, para sacarnos lo mejor parados de esta. Cuando oigo las críticas del PP de Casado o el anuncio de las querellas criminales de VOX pienso en cómo estaríamos con ellos al frente de esta crisis sin precedentes, pero me preocupa también que el Gobierno y alguna Comunidad Autónoma abran cuentas de solidaridad para hacer frente al coronavirus, mientras alguna como Madrid anuncia una bajada de impuestos espectacular.
No hay duda de que esto lo vamos a parar y a pagar juntos, pero no tan unidos como se repite insistentemente, para ello  sería necesario que se unieran los que más tienen y menos pagan.


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lunes, 30 de marzo de 2020

EL PAPEL YA NO LO AGUANTA TODO





Esta crisis sanitaria le está dando duro a todos los medios de comunicación pero en especial a los diarios impresos. Las ventas de ejemplares en los kioscos han caído un 40% de media y la publicidad ha desaparecido de sus páginas. Era la puntilla que le faltaba al agonizante sector  de las cabeceras de papel  que han visto descender sus ventas año tras año. 
A algunos les coge en el peor momento: justo cuando habían tomado la decisión de poner muros de pago en sus ediciones digitales para compensar la caída de ingresos han tenido que postergar esa decisión, como es el caso de EL PAÍS.
La mayoría de kioscos siguen abiertos en este estado de “Alerta” decretado por el gobierno, apenas ha cerrado un 15% según la AMI, pero la gente no nos acercamos a ellos si no nos va de paso para comprar el pan o a la farmacia . 
La distribución y venta de la prensa se considera “esencial” por este gobierno, pero no lo es para la mayoría de españoles.
La alternativa a la información impresa era ya  la digital y ahora la tendencia se ha multiplicado exponencialmente. Las audiencias de los medios digitales se disparan como nunca y sin embargo la mayoría no tienen capacidad de monetizarla, más aún cuando la mayoría de anunciantes se han batido en retirada porque desde hoy no pueden  fabricar ni vender sus productos.
Las consecuencias de esta hecatombe para la prensa de papel van a ser terribles. De nuevo lo pagarán los periodistas que perderán sus puestos de trabajo y la información se resentirá en calidad. En muchos grupos de prensa el contagio entre redacciones analógicas y digitales es un hecho, algunas empresas ya las tienen unidas, a menos de un metro de distancia, y la transmisión de las decisiones de ajustes y recortes les afectará por igual. La vacuna del pago por contenidos digitales llegará tarde y con demasiadas victimas en el camino.  La prensa de papel ya tenía patologías graves y está en la UCI , pero la digital puede contaminarse con facilidad .
Me sorprende que cuando se pide ayudas al gobierno para afrontar esta crisis de los periódicos solo se hable de créditos blandos, apoyo de la publicidad institucional y subvenciones, cuando el IVA de los medios digitales sigue siendo el más alto. Con un IVA reducido las suscripciones a los medios digitales aliviarían las cuentas de estos y permitirían que crecieran a un precio más económico para el lector. A veces da la sensación que los editores de prensa se agarran al papel con todas sus fuerzas y no se dan cuenta de que el papel ya no lo aguanta todo.