Retos y
perspectivas de la prensa digital en España: cuestión de sostenibilidad.
(Este es un
resumen de la conferencia que di en la clausura del IV congreso de Comunicación
y Pensamiento en la Universidad de Sevilla).
Recuerdo que en aquel momento, creo
que fue en 2015 cuando estuve en la Universidad de Sevilla por última vez, el
diario.es ya adquiría tintes diferenciales en cuanto a su modelo de negocio en relación a otros medios
digitales: Habíamos conseguido seis o siete mil suscriptores a los que llamamos
“socios” , que para un periódico digital que estaba abierto a todos era todo un
logro. Lo que había detrás de nuestro lema
de “periodismo a pesar de todo” parecía un argumento débil para
sostenerse en el tiempo al estar basado solo en la complicidad con el lector
que pagaba su cuota como socio.
Bien, hoy en día tenemos cerca de
35000 suscriptores (socios) y pensamos que todavía nos queda un largo camino
por recorrer.
Hablar de los retos y perspectivas de
la prensa digital en nuestro país y explicarles cuales serán, desde mi
punto de vista, los parámetros que la hagan viable y sostenible es hablar del
futuro del periodismo y del de los periódicos. Y eso ya son palabras mayores
porque la mayoría de los especialistas, gurús de la prensa y editores profetas
se han equivocado permanentemente. O sea que tomen lo que les voy a contar con
relativa prudencia y apliquen todo el escepticismo necesario para matizar mis
afirmaciones. Ahora ya no hay vuelta atrás y me toca hacer de profeta, quizás
sea uno más de los que se equivoque.
Y si no, como muestra, veamos lo estudios de Ross Dawson , australiano
formado en Oxford que asesora a corporaciones como Microsoft, News Corporation
o a la consultora Ernst and Young y que es uno de los grandes players en digital
media de Australia y que en 2010 realizó un sesudo informe que concluía que en
2017 se iniciaba la desaparición de los periódicos de papel en EEUU y que luego
le seguirían Islandia, Reino Unido y Canadá y que a España la muerte del papel
impreso con noticias le llegaría en 2024. La desaparición total de la prensa
escrita la fijaba para 2040, dado que, según él, en Asia y
en algunas partes de África el fenómeno se retardaría porque la
incidencia de los costes de producción de los periódicos y la tecnología
digital se expandían con más lentitud.
Bueno, tenemos hasta 2024, cinco
años, según Dawson, para ver como enterramos al último periódico en nuestro
país. De momento muchos están malheridos, pero parecen resistirse a morir.
Otro gurú más cercano, Enrique Dans, profesor del Instituto de Empresa,
escribió en 2009 en su blog, y cito
literalmente: “Es domingo, ¿has salido a comprar el diario? Pues que sepas que
formas parte de una especie en extinción. Los diarios de papel se acaban y ya
no es cuestión de treinta años sino de un periodo de un solo dígito”. Estamos
en 2019 y han pasado 10 años desde esa afirmación, es decir dos dígitos. Si el
profesor Dans o el gurú Ross Dawson han errado ligeramente en sus predicciones,
como tantos y tantos otros, las que yo
haga espero que también me las puedan dispensar cuando no se cumplan.
Es una realidad que los grupos de comunicación de nuestro país que editan
cabeceras diarias están sufriendo desde hace algo más de diez años caídas
espectaculares en sus ventas de ejemplares y de publicidad, hasta el punto de
que los periódicos impresos han visto disminuir sus ingresos en su conjunto en
más del 60% y han tenido que hacer frente a pérdidas importantes de explotación
que les ha llevado a reducir sus costes, sobre todo de personal, mediante
regulaciones de empleo y despidos. El esquema del sistema de producción de un
periódico apenas ha variado desde hace más de un siglo. Tienen que abastecerse
de materias primas costosas como el papel y la tinta, someterse a un proceso industrial
de fabricación diaria en viejas rotativas y utilizar canales de distribución a
los puntos de venta, cada vez más escasos por el cierre de muchos kioscos, y
sufrir un trasiego de papel por las altas devoluciones de ejemplares.
Es cierto que en los últimos años han intentado racionalizar esos costes
imprimiendo en rotativas conjuntas, asociándose para la compra de las materias
primas y compartiendo los canales de distribución, pero todo ese proceso de
adaptación a la realidad de las ventas menguantes se manifiesta insuficiente
para volver a la senda de la rentabilidad que tuvieron hasta 2007
aproximadamente.
En esta dura reconversión quienes
más han sufrido han sido los periodistas, que han visto diezmados sus puestos
de trabajo y han soportado las condiciones y medios precarios que las empresas
ponían a su disposición para ejercer con solvencia el periodismo.
La calidad de las informaciones se
ha resentido de tal manera que la credibilidad de los periodistas, ya de por sí
hace tiempo en entredicho por los lectores,
ha descendido hasta cuotas que son equiparables a la de los políticos
según la mayoría de encuestas.
La falta de medios para contrastar las informaciones con más de una fuente,
la escasez de recursos humanos en las secciones y la sustitución del periodismo
de investigación, más costoso y lento por el más superficial y opinante es un
hecho incontestable en muchos diarios españoles.
A ello hay que añadir que los editores tradicionales han sido sustituidos
por financieros y que estos, al ver en peligro la cuenta de resultados, no solo
han tomado decisiones de recortes de gastos drásticos, sino que también han
establecido peligrosas alianzas de supervivencia a corto plazo con el poder
económico y político al que han entregado la línea editorial a cambio de
publicidad, información interesada y subvenciones gubernamentales.
Como relata David Jiménez , ex
director del diario EL Mundo en su libro “el director”, cuando el accedió a su
cargo proveniente del reporterismo en Afganistán, Cachemira y Timor, cubriendo terremotos y
revoluciones se encontró con que "El
poder económico protegía al poder político. El poder político protegía al poder
económico y la prensa protegía al poder económico”
Los acuerdos con el
IBEX 35 que establecía su empresa le resultaron más peligrosos, según dice, que
estar perseguido por los talibanes en Afganistán.
En fin, no me voy a detener en ello, pero es
importante conocer dónde estamos y de dónde venimos para saber hacia dónde
vamos los medios de comunicación.
Las empresas
periodísticas están en la encrucijada de intentar compensar la caída de los ingresos por ventas de ejemplares y
publicidad por los de los contenidos de
sus ediciones digitales.
En ese
proceso todavía no se ha conseguido asomar la cabeza y encontrar la
rentabilidad. Como dice Jeff Jarvis, en
la empresa periodística tradicional se está intentando apagar el fuego de una
casa de papel que se quema por momentos, mientras al lado se quiere construir una nueva digital que hace
especialmente difícil la tarea de los editores
El problema añadido es que la casa nueva se
está construyendo sin planos ni cálculos de resistencia de los materiales que
permitan garantizar su solidez. Por que lo
que está claro es que la
convergencia tecnológica seguirá determinando el consumo futuro de los medios
de comunicación en España. Los medios
over the top (OTT) adquirirán un
crecimiento mayor que el de los que corren sobre las plataformas de los
operadores. El duopolio de la televisión por ondas en España tenderá a reducirse
y la prensa diaria seguirá descendiendo tanto en venta de ejemplares como en
publicidad .
No habrá una diferencia sustancial entre los
medios audiovisuales y escritos. Un reportaje periodístico ya contiene video,
audio y texto corriendo sobre un soporte
digital.
Lo mismo que se han sustituido prácticamente
los sms por los whatsaps, el
crecimiento en el sector de la comunicación y el entretenimiento vendrá de la
mano de Los Netflix, Amazón Prime, Spotify, la televisión a la carta, el video
bajo demanda, los podcast y la radio por Internet en general.
Otro fenómeno propio de nuestro país es que
se acostumbró a los lectores a no pagar por los contenidos digitales y ahora
hay que convencerles de que si no pagan por ellos no se puede ofrecer una información
de calidad.
A este cambio
de paradigma se le suele llamar “el nuevo modelo de negocio” de los
periódicos. Un modelo que en España se
andan buscando los editores con cierto temor y desconfianza. La mayoría de
ediciones digitales de las empresas periodísticas convencionales no son
rentables si tienen que vivir exclusivamente de la publicidad a pesar de que
ésta parece que seguirá creciendo mientras la del papel seguirá
disminuyendo a razón de un 5% anual en los
próximos 5 años.
Lo que se ha
denominado la tormenta perfecta de los medios impresos tiene que ver mucho con
la disrupción que ha ocasionado la tecnología en los hábitos de los lectores.
La información se consume desde cualquier lugar, en cualquier momento, en
tiempo real y a través de cualquier
dispositivo móvil conectado a la red de internet.
Conseguir trasladar al lector que ha de pagar
por la información periodística que está obteniendo de manera gratuita a través
de diferentes medios y de las redes sociales es el reto. El método puede variar
con diferentes modelos de suscripción, desde muros de pago más o menos porosos
hasta el cierre total de los contenidos. La mayoría de editores españoles
tienen puesta la mirada en las fórmulas empleadas por los editores
norteamericanos y parecen dispuestos a dar el salto en los próximos meses. Me extenderé un poco más en ello, pero lo que
está claro es que ese modelo solo se puede construir estableciendo
complicidades con los lectores.
Para empezar
a edificar la nueva casa digital quizás valdría la pena explorar en algunas de las causas que
llevaron a que se incendiara sin remisión la antigua casa analógica de los
medios periodísticos.
Y a mí se me
ocurre que una de ellas fue la de no escuchar a los lectores cuando ya se olía el humo del incipiente incendio. Y
para colmo hace tan solo 20 años llegaron los buscadores como Google,
que entraron por la puerta de atrás de los medios de comunicación y les
escuchó, no solo sabía cuales eran sus gustos y preferencias sino que les daba
los contenidos que necesitaban, también los de los periódicos que se los
cedimos sin problema gratuitamente. Google llamó usuarios a nuestros lectores, les invitó a la fiesta del
universo de la información y controló sus gustos y preferencias en cualquier
lugar del mundo donde se encontraran. Resultado de ello es que se llevó, la
mayor parte del pastel publicitario que tenían los medios.
Luego le siguieron las redes sociales,
Facebook y Twitter, que también basaron su negocio en escucharnos hasta
límites, que como hemos visto últimamente vulneran nuestra intimidad hasta el
punto que saben y recuerdan más de nosotros que nosotros mismos.
Es cierto que esto se produce porque volcamos
nuestra vida en las redes con excesiva ligereza. Pero más allá del buen uso de
las redes sociales y del papel de manipulación que están jugando en manos de
políticos, empresas de relaciones públicas y lobbies interesados, que daría
para otra charla como esta, también han jugado un papel en la intermediación de
la información con el ciudadano que antes era exclusiva de los periódicos y
otros medios de comunicación.
Ahora el papel de intermediar entre el
ciudadano y la noticia ya no es tarea solo de los diarios. Tenemos un
competidor en las redes sociales y en la mensajería como whatsap que se está convirtiendo en una fuente informativa
principal de nuestros lectores del pasado.
En el año
2002, con ocasión de asumir yo la presidencia de la Asociación de editores
españoles, hubo un debate en el transcurso de un almuerzo en el que Jesús de
Polanco y Juan Luis Cebrián de El País y Alfonso de Salas, entonces presidente
de la editora del diario El Mundo, discutieron sobre si se debía dejar de dar
gratuitamente a los lectores los contenidos de sus diarios en la red como
venían haciendo desde hacía cuatro años. En ese debate Polanco, editor de
PRISA, dijo que seguir regalando la información era un error, que a él le
costaba mucho dinero tener corresponsales en todo el mundo y contratar a los mejores columnistas y periodistas de
investigación para luego colgarla en el diario digital sin obtener ningún
ingreso a cambio. Polanco quería llegar a un acuerdo para que, de alguna manera
pactada, cerráramos los contenidos
digitales mediante alguna formula de suscripción. Por el contrario Alfonso de
Salas esgrimió que él seguiría
ofreciendo gratuitamente los contenidos a los lectores porque la audiencia iba
creciendo y acabaría monetizándola con los ingresos por publicidad.
De aquel
desacuerdo vino la decisión de Polanco de cerrar en solitario sus contenidos solo
para suscriptores durante unos meses hasta que vio como su competidor, El
Mundo, le pasaba en audiencia y volvió a dejar en abierto la cabecera digital
de El País.
Aquello fue
un error de cálculo por ambas partes. Un pan para aquel ayer y un hambre para
el día de hoy. Las ediciones digitales no son rentables y la publicidad no es
suficiente sostén para ellas. Entre otras cosas porque a los diarios apenas les
llega un pequeño porcentaje de los anuncios que van a los buscadores y a las
redes sociales.
Hoy en día ya no le cabe duda a ningún editor
español que su diario digital tiene que contemplar alguna fórmula de pago por
parte del lector, pero como he dicho, después de acostumbrarnos a la gratuidad
les resulta complejo ensayar el cobro por la información en un mundo en el que
ya no tienen la exclusiva de la intermediación entre la noticia y el lector.
Así que si
analizaran que una de las razones por las que se les incendió su antigua casa
fue porque fueron engreídos y no escucharon a los lectores mejor les iría para
construir el modelo de pago que ahora reclaman necesariamente.
¿Y eso cómo
se hace? Se preguntarán. ¿Cómo los diarios digitales en nuestro país pueden
llegar a ser sostenibles a medio plazo? Advertidos como lo están de que puedo
errar, como lo han hecho gurús y asesores más solventes que yo, les voy a dar
la fórmula que nosotros estamos aplicando en eldiario.es . No significa que
este sea el modelo codiciado por todos y que todo el mundo busca implementar
sin equivocarse. Tampoco que sea la opción definitiva y mucho menos exclusiva,
pero sí que creo que es la que vale para hoy en día y para el corto plazo. El
futuro de los medios digitales y de Internet es algo que está tan por descubrir,
que lo único razonable que tenemos que hacer es comprar el tiempo suficiente
para reinventar el periodismo antes de que se produzca otro incendio, pero esta
vez en la nueva casa digital que estamos construyendo.
Lo primero de
todo que tendríamos que hacer es renunciar a la carrera de la audiencia por la
audiencia. Los clicks fáciles y de contenidos livianos, amarillistas o
sensacionalistas no conducen a medio plazo a la consecución de más ingresos.
Como tampoco la agregación de contenidos de otros sites que aportan descargas y
audiencias que no tienen que ver con el periodismo que queremos construir.
Ser
conscientes de que lo que importa es el valor de la audiencia y no el volumen
de ésta es la primera línea de salida para los medios digitales del futuro. Si
entendemos esto empezaremos a comprender que los medios digitales españoles
deben ser construidos como un servicio y no como un producto.
Lo segundo es
aprender a escuchar al lector para crear comunidades de intereses. La
tecnología nos aporta ya suficiente información
para hacer un seguimiento de la navegación de nuestros lectores. Podemos
mapear esta navegación, conocer en qué informaciones se detienen y cuánto
tiempo lo hacen en cada una de ellas, en qué reportajes periodísticos se
vierten más comentarios y si estos son negativos, positivos o neutrales.
Tenemos
herramientas para saber a través de las news letters que enviamos a los
usuarios que se registran qué consumo hacen de cada una de las noticias y con
qué cadencia consultan nuestro medio. El big data se convierte en la base
esencial para el conocimiento de nuestro lector y de sus intereses, solo a
través de la información que nos dan nuestros lectores seremos capaces de
atraerles a que se suscriban a nuestro medio.
Se suele
decir que los medios digitales tienen pocas barreras de entrada. En el símil de
la casa en llamas y de la nueva que estamos construyendo, se diría que esta
última es menos costosa y requiere de materiales mucho más económicos que el
papel, la tinta y las furgonetas para la distribución, pero no nos equivoquemos
las instalaciones eléctricas y de fontanería de la nueva casa digital son muy costosas y requieren gran esfuerzo
especial talento en su manejo.
En la casa
digital, los departamento de datos, programación, marketing y socios son los
que más recursos consumirán y los que más medios técnicos externos precisan.
Además estas instalaciones de la nueva casa requieren de actualizaciones
permanentes si se quiere estar al día y cumplir con las necesidades de nuestra
comunidad.
Este año en
el diario.es hemos desarrollado con ayuda de Google la plataforma BrainHud para
gestionar óptimamente los cerca de 35.000 socios que tenemos. Nuestro departamento de marketing ha crecido,
convirtiéndose en un puntal imprescindible en el diario. La estrategia del producto con una visión 360
grados en redacción, diseño y relación con los socios y lectores es nuestra
prioridad, en la que estamos trabajando continuamente.
¿Qué deberían
hacer los diarios digitales con esta información?
Evidentemente
no solo adecuar sus contenidos a las necesidades de la comunidad que están
construyendo, sino buscar la complicidad de esas comunidades para que nos
ayuden a sufragar los costes del periodismo.
Y en este
camino se van a ensayar muchas formulas.
Hay diarios en otros países que ya han implementado muros de pago,
porosos y flexibles en función del número de noticias leídas o del tiempo de
permanencia en la web del diario.
Intentar esa transacción con el
lector supone conocer por qué está dispuesto a pagar, más allá de la conexión
emocional y la reacción inmediata a algunas exclusivas.
Pero baste decir que si no hay pago por los
contenidos, si la gente no pagamos por la información otros pagarán por nosotros
y entonces no estará garantizada la independencia del medio. Si los medios
digitales españoles han de vivir de las subvenciones de las instituciones, del
Ibex 35 y de los anunciantes, la información que nos llegará estará contaminada
por los intereses del poder económico y político y el medio perderá
credibilidad ante el lector que acabará por abandonarlo. O construimos una relación de confianza con
el lector o el periodismo será solo una quimera.
Pero para
que el lector acabe pagando también
necesitamos invertir en más y mejor periodismo. No vale cobrar por
contenidos que nada aportan o que se pueden obtener a través de otros
canales. Nosotros pensamos que otros
medios como la televisión o twitter ya contarán lo que acaba de suceder, la
inmediatez de la noticia es menos relevante que la calidad de una información
bien elaborada.
Es mucho
mejor especializarse en los contenidos periodísticos, tratando de elevar la
calidad y exclusividad de la información periodística por encima de la
generalidad y la cantidad. No es necesario tener todas las secciones de un
diario convencional, desde deportes a economía pasando por sucesos y política
nacional e internacional. Es mejor
primar la información de calidad y en cierta medida exclusiva sobre algunos
temas políticos, culturales o sociales y aliarse por ejemplo, como eldiario.es, con The
Guardian para seleccionar la mejor información internacional.
El mayor número de socios los hicimos con el
Caso Cifuentes. Cuando nuestros periodistas ahondaron en el fraude de los
masters de la Universidad Juna Carlos I, fue un tema exclusivo. Ningún medio
nos siguió los primeros días en que publicamos que la presidenta de la
comunidad de Madrid había cursado de manera irregular sus estudios de Master y
ni siquiera había realizado su trabajo final de carrera. Muchos medios tenían
que elegir entre poner en peligro la publicidad y las subvenciones que recibían
de la Comunidad o seguir la información que habíamos levantado en exclusiva.
Nos dejaron varios días solos con nuestra información, nos miraban como osados
periodistas que se equivocaban ante los contundentes desmentidos que daba Cristina
Cifuentes en la Asamblea Madrileña y a
través de sus redes sociales. Algunos inicialmente llegaron a poner negro sobre
blanco las dudas sobre la impecable investigación que había abierto eldiario.es.
Cifuentes se querelló contra nuestro
director y contra la periodista que descubrió el fraude de los masters. Querella criminal que aún sigue viva a pesar
de que se demostró la veracidad de las informaciones. La llamada a los lectores para que nos
apoyaran fue decisiva. Muchos entendieron que la única manera de mantener
nuestra independencia y publicar la verdad cueste lo que cueste era hacerse
socio de eldiario.es.
Cada vez que
hemos tenido un conflicto con el poder hemos tenido el apoyo del lector, desde
la publicación de las tarjetas black y la amenaza de demanda del presidente de
Caja Madrid, hasta que publicamos los negocios del presidente de PRISA en
paraísos fiscales y ordenó el despido de nuestro director Ignacio Escolar en la
cadena SER donde colaboraba.
El lector
quiere que publiquemos la verdad cueste lo que cueste y es consciente de que si
un medio está dispuesto a hacerlo lo apoyará económicamente. De esa manera se
construye la relación de confianza de la que hablaba antes.
El modelo de
pago se sostiene en la fidelidad del lector a los contenidos, en la implicación
como socio para que podamos hacer un periodismo independiente y de calidad. El
ideal es que los lectores –socios acaben siendo el principal ingreso de la
compañía y que la publicidad sea secundaria.
Pero la
construcción de esa confianza es costosa para los medios digitales, es costosa
y está llena de obstáculos que hay que sortear.
Hay que repensar el periodismo de arriba abajo, todo el tiempo, todas
las funciones de los periodistas tienen que revisarse. En la era digital los medios
de comunicación tienen que operar como una empresa de servicios y no como una
fábrica de productos . Los periodistas
se tienen que organizar en equipos capacitados multifuncionales en torno a las
comunidades a las que sirven en lugar de en silos de producción o departamentos
estancos. Tienen que colaborar y entender las innovaciones tecnológicas y
servirse de ellas.
Los nativos digitales como el nuestro se basan
en la flexibilidad de la redacción que permite que periodistas de diferentes
secciones trabajen en un mismo tema cuando el asunto lo requiere, frente al
excesivo encorsetamiento que se produce en los diarios convencionales. Si no
hay un cambio de actitud por parte de los editores de papel y los periodistas
esta tarea resultará imposible.
La redacción
de eldiario.es es mayoritariamente nativa digital y con un buen conocimiento en
el uso de las redes sociales. La utilización de las redes y de la tecnología
digital es fundamental para divulgar los contenidos del diario, pero no las
utilizamos para comprar tráfico como suelen hacer otros medios digitales que
engordan artificialmente el número de usuarios. Ya he dicho que la audiencia es
importante, pero no garantiza la rentabilidad del medio a largo plazo. Cuando
dejas de invertir en las redes vuelves a la posición que te corresponde.
Bien, ya hemos hablado de lo importante que es
generar una relación de empatía con el lector para construir una comunidad y
poder obtener ingresos de ella para seguir haciendo periodismo. He comentado
algunas fórmulas que la tecnología nos ofrece para seguir los intereses de esa
comunidad y he hablado brevemente de cómo debe organizarse un medio digital
para ello, pero hay algo que no por repetido es menos relevante. La
independencia del medio la dan sus suscriptores, pero también es importante que
el medio sea rentable y que sus accionistas estén al servicio del periodismo y
no de otros intereses escondidos.
En nuestro
caso, los accionistas somos profesionales de los medios de comunicación y los
propios periodistas. No debemos nada a los bancos, no tenemos deudas ni otros
intereses que no sean contar las noticias que consideramos relevantes, pero
esta no es la situación de la mayoría de los medios en España. Las hipotecas de
la casa en llamas son muchas y la debilidad del forjado en la construcción de
la nueva casa digital es muy importante. Nosotros mismos, a pesar de tener
35000 socios, éstos solo representan el 30% de nuestros ingresos, el resto
sigue siendo la publicidad. Es cierto que ningún anunciante representa una
mínima cantidad de lo que aportan nuestros socios-suscriptores y que no
dejaríamos de publicar ninguna información relevante que afectará a uno de
estos anunciantes. De hecho lo hemos venido haciendo sin problemas y creemos
que si alguno de ellos, molestos por lo que publicamos, retiraran su publicidad
de eldiario.es , la cubriríamos con creces por nuevos socios o por el aumento
de cuota de nuestros antiguos socios.
Pero, repito, no es lo que sucede en la mayoría de diarios digitales en
nuestro país en la que los acuerdos publicitarios con el IBEX o la publicidad
institucional son las principales partidas de ingresos que los sostienen.
Creemos que a
medio plazo los medios digitales tienen que ser sostenidos por los ingresos de
sus suscriptores y no por la publicidad , que además seguirá yendo
mayoritariamente a los buscadores y redes sociales.
Otro aspecto
relevante es la calidad de la información a la que debemos aspirar los diarios
digitales. Sabemos que en la red de Internet se vierten infinidad de noticias
falsas (las llamadas fake news) en sus diferentes variantes y que la tecnología
digital permite con cierta facilidad que ese fenómeno se incremente.
Hace poco el
diario ARA en Catalunya recogió un dossier sobre ello. Una de las noticias que se hizo viral fue un
video de Obama en el que decía que el presidente Trump era un imbécil total.
Era la cara de Obama, el cuerpo de Obama, los gestos de Obama y la voz de Obama
,pero no era más que un deepfake, un video manipulado elaborado por un actor y
cineasta y distribuido con la colaboración de BuzzFeed . A partir de una
grabación real que a través de una inteligencia artificial había inventado la
opinión de Obama. Lo habían hecho para
demostrar cómo de manipulable es la información . Las noticias falsas es un
fenómeno de siempre. Ya nos lo demostró Orson Welles hace 80 años con su famoso
programa radiofónico en el que los marcianos invadían EEUU. La famosa guerra de
los Mundos. Cada vez que miramos un whatsap en
nuestro teléfono móvil tendemos a olvidar que podemos encontrar
ficciones parecidas a la de Wells y muchas veces las reenviamos a nuestros
grupos con la ligereza de no saber si lo que estamos reproduciendo es un bulo,
o lo que es peor una mentira interesada por parte de alguien.
Hemos descubierto como Donald Trump utilizó
los datos de Facebook para su campaña electoral con ayuda de una empresa de
inteligencia artificial escudriñando en los intereses y perfiles de millones de
usuarios para hacerles llegar diferentes mensajes y fake news que corrieron
como la pólvora, o como el partido de la extrema derecha de Bolsonaro en
Brasil se hizo con millones de números
de whatsap para difundir noticias
falsas y convencer a sus posibles electores, o sin ir tan lejos como Vox basa
su campaña en la mensajería instantánea y renuncia aparentemente a los medios
de comunicación.
Ante esta
situación el periodismo cobra el sentido de contrastar las fuentes y denunciar
las noticias falsas. Es un arma de protección para el ciudadano que está
sometido al engaño, pero ¿por qué nos hemos de fiar del medio periodístico
cuando algunos digitales viven de fabricar información falsa? Y si no veamos
recientes casos como el de algún digital que, con su confabulación con la
policía política del gobierno de Rajoy, fabricó informaciones para derribar a
Podemos y a sus líderes y el medio actuó como altavoz de las mismas.
No es fácil
en este mundo digital dominado por las redes sociales, la mensajería
instantánea, las fastnews y las fake news , decirle a tu lector que lo que le
cuentas es la verdad contrastada. Toca
invertir y mucho en ganar credibilidad para que el periodismo digital en
nuestro país sea sostenido por sus lectores y en ello tiene que ponerse todo el
empeño y recursos de lo contrario, como alertaba Graham Greene, los medios de
comunicación acabarán como el periodismo.
Nosotros
hemos optado por la transparencia de nuestras cuentas, que publicamos
semestralmente. Contándole al lector cuántos somos, que salarios cobran los
periodistas y dónde invertimos los ingresos que obtenemos. Entendemos que se lo
debemos a nuestros socios como justa contraprestación por el esfuerzo que hacen
en apoyarnos económicamente, pero también disponemos de medios como “el
rastreador” , “el caza bulos” o la alianza que tenemos con la gente de Maldita
Hemeroteca especializada en desmentir fakenews en la sección de Desalambre que
habla de derechos humanos y migración.
Otro aspecto que considero relevante es el de
la proximidad de la noticia. Nosotros hemos apostado por las noticias locales
desde un principio. Tenemos redacciones en todas la comunidades autónomas,
exceptuando Baleares, Asturias y La Rioja, porque no hemos encontrado todavía
la fórmula adecuada.
El contenido
local es una ventaja y no un inconveniente. La información local se ha
descolgado de los diarios nacionales, se han cerrado ediciones o se han
reducido al mínimo y me parece un error que forma parte de las medidas de los
financieros-editores que tomaron la gestión con la crisis y vieron una medida fácil
de recorte de gastos en ello. Los nativos digitales como el nuestro hemos hecho
una apuesta abriendo ediciones y no nos ha ido mal. Creemos que la apuesta
local debería ser un elemento a considerar a futuro por la mayoría de digitales
como medida de consolidación en el terreno.
La buena información, las entrevistas a expertos, la
fiscalización del poder y la reivindicación de derechos, sean los usuarios de
banca o de las eléctricas requiere de medios de comunicación fuertes. Los
medios para ser fuertes deben ser solventes. A más deuda le corresponde menos
información. Este es el gran problema de los medios en España.
Si vives de la
subvención, de la publicidad de las grandes empresas o tienes deudas con los
bancos, tu información nunca podrá ser todo lo libre que quisieras. Por eso es
importante también que los lectores sepan que si quieren medios libres tienen
que pagar para tenerlos.
La profecía que me gustaría que se cumpliera es que en el
futuro haya más y mejor periodismo, seguramente sea a través de otros
dispositivos que aún no conocemos, Ya sabemos que a través de la tecnología 5G,
a partir del próximo año , las noticias correrán a una velocidad infinitamente
más supersónica que la de la actual red de Internet y con una calidad de alta
definición espectacular. La conectividad se generalizará y seguramente con esta
quinta generación de tecnología todos perderemos algo más de intimidad y lo que
es peor algunos puestos de trabajo se automatizarán y robotizarán y también se
perderán. La crisis llegará por el crecimiento de la tecnología, como de alguna
manera ha sido siempre, también en los medios de comunicación, pero el
periodismo será más necesario que nunca para defendernos de los poderosos, para
dar voz a aquellos que no la tienen, para combatir la desinformación y las
falsas noticias. Tenemos que adaptarnos
a todo ello desde ahora, tenemos que comprar el tiempo para hacer los deberes
necesarios para cuando lleguen esos cambios, pero siempre pensando que no somos
una fábrica, que ofrecemos un servicio público tan necesario como esencial para
sentirnos libres. Ese proceso no se llevará a cabo sin la ayuda de los
lectores. Ellos son nuestra única razón
de ser.
Sevilla 12 de abril de 2019
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