El acontecimiento histórico de la abdicación del Rey Juan
Carlos está poniendo a prueba, de nuevo, la independencia de los medios de comunicación de nuestro
país. Las llamadas a la “responsabilidad” por parte de los bipartidos
menguantes (PP y PSOE) y de sus diferentes líderes han sido seguidas a
rajatabla por los declinantes medios de comunicación del establishment, que se
han conjurado desde sus diferentes posiciones ideológicas para no ser críticos
con la monarquía y, sobre todo, para esconder el debate que hay en buena parte
de la sociedad: ¿Monarquía o República? ¿Deberíamos aprobar a Felipe VI a
través de un referéndum democrático?
El error de estos políticos al esconder este debate es tremendo. El de algunos
periodistas también: “lo que menos nos conviene es abrir las costuras del
modelo de Estado”. “Eso ahora no es prioritario”, me dice un amigo con responsabilidades
recientes en un gran medio de comunicación (de la parte del establishment
progresista).
Hasta Ricardo Rodrigo propietario de RBA y editor de EL
JUEVES ha claudicado y ha destruidos miles de ejemplares, como publica
eldiario.es, que ya tenía impresos
con una portada humorística sobre la abdicación del Rey. Siempre nos quedará
Mongolia, podríamos decir, pero es triste que la censura haya vuelto y, lo peor,
que la autocensura pretenda instalarse como un virus sistémico de los medios.
Con estas noticias se perfila y emerge el papel de los
medios y de las empresas periodísticas propietarias de ellos. Algunos
directivos se ponen al frente de sus periódicos y firman páginas de loa hacia
nuestro Rey, editoriales que
dictan doctrina de consenso en línea con el pacto del bipartido e informaciones que hablan de la
“excelente preparación “ de nuestro nuevo Príncipe en unos días Rey. El mensaje
está claro y los mensajeros lo están reproduciendo con fidelidad.
¿Pero fidelidad a quién? Los medios se deben a sus
audiencias que están compuestas por ciudadanos que los oyen, ven o leen. Tienen la obligación de contar la
verdad, tanto la de los que representan ideas mayoritarias como minoritarias.
Especialmente deben darle la voz a
los más débiles y apartarse de los poderosos. Los medios de comunicación
y el poder no pueden ser lo mismo y hablar el mismo lenguaje. Es más, garantizan mayor estabilidad
democrática cuanto más se distancian de los intereses partidistas. Eso es
practicar un periodismo responsable en los medios, no eludir un debate o
dejarse llevar por lo que proclaman los políticos.
¿Cuánta falta de transparencia ha habido en esta abdicación?
¿Por qué un Rey en cuyos planes no estaba el ceder la corona a su hijo y
que había hecho un esfuerzo por rehabilitar su deteriorada imagen ante los
ciudadanos tira la toalla ahora? ¿Por qué no se entiende que los ciudadanos
deberían estar llamados a opinar sobre ello en las urnas? ¿Por qué…? Mientras
haya porqués sin respuesta más necesario es el periodismo.
Esta vez, en contra de la famosa frase de George Orwell, el
periodismo de los medios del establishment está en línea con lo que al poder le
gusta que se publique. Eso pasará factura política (ya la ha pasado en las
últimas elecciones), pero también a los medios que se autocensuran.
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