martes, 15 de enero de 2013

TELEMADRID, POR EJEMPLO.

Ignacio Gonzalez, presidente de la Comunidad de Madrid, ha concedido una entrevista a la Cadena SER en la que, entre otras cosas, ha sido preguntado por el ERE de TELEMADRID que dejará a cientos de profesionales en la calle. Pepa Bueno, la periodista que le entrevistaba, no se esperaba que la respuesta del Presidente fuera de esta guisa: "Hacemos lo mismo que hacen ustedes, ¿O no han hecho en su grupo varios ERE? El mercado de los medios ha visto cómo han descendido los ingresos de publicidad y todos nos vemos obligados a reducir nuestros costes. Es lo mismo que les pasa a ustedes y a otros grupos de comunicación privados"
Está claro que al presidente madrileño le van los métodos del sector privado. No hay duda de que los emula y los supera. Ahí tenemos su decidida apuesta por privatizar los hospitales públicos y por dejar en manos de empresas audiovisuales privadas la televisión pública de la Comunidad, una vez quede bajo mínimos.
Sin embargo son los matices los que hacen que las cosas sean algo diferentes. Parece que se puede privatizar lo público siempre y cuando los servicios caigan en manos amigas. Lo del consejero de sanidad Güemes sería un ejemplo, lo que puede venir con la nueva TELEMADRID  es para seguirlo de cerca y con mucha prevención.
Es así porque, para algunos políticos, lo público ya era manejado como privado y privativo de su voluntad. Lo público no  siempre se ha tratado con los criterios de un bien que es de todos. Cuando se maneja el dinero de todos se ha de ser más transparente y prudente que cuando una empresa se juega el dinero de sus accionistas.
Están intentando hacernos perder el Norte de las cosas. Ya no hablo de los valores elementales, ni siquiera de las formas con que se despachan los políticos, que atraviesan la frontera del cargo público al privado para aportar sus influencias  y métodos al conjunto de la sociedad y de la economía. Están construyendo la nueva imagen en la que lo público será de unos pocos, lo mismo que lo privado estaba reservado a una minoría.
Volviendo al caso de TELEMADRID, ya no se habla del servicio que una televisión pública debe prestar a una comunidad de ciudadanos frente a las televisiones comerciales privadas. Ya no es necesario mantener la defensa del bien común, ni siquiera resulta imprescindible, para los nuevos políticos, los principios grandilocuentes que informaron la creación de la televisión pública madrileña en al año 1989.
Mas aún, el presidente de la Comunidad no parece interesado en hablar de los conceptos de información libre e imparcial, de periodismo sin sometimiento a los partidos políticos o al partido político. De nada de eso ha hablado, porque, sencillamente, todo eso se ha ido destilando día tras día por la cloaca de los informativos de una cadena sometida a un control desmedido e interesado.
Decía también Ignacio Gonzalez, como excusa para los centenares de despidos, que la ley le impedía tener déficit presupuestario, como si el servicio público de televisión hubiera sido rentable algún día, más allá de los réditos electorales que le pueda haber dado a él y a los suyos.
Ahí estamos con los medios públicos desmantelándose y vendiéndose para alcanzar los grandes objetivos de los privados: La rentabilidad, pero en este caso ¿para quién o para quienes?






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